domingo, 6 de julio de 2014

ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL SIMBOLO DE LA MONTAÑA (1º Parte)



Artículo publicado en  "Camino del Centro", Ed. Claridad, 1998.

Introducción
La montaña ha sido relacionada -dada su configuración­ desde los distintos enfoques tradicionales con el símbolo del centro y de altura. En cuanto alta, participa del símbolo de la trascendencia; como centro de hierofanías atmosféricas y de numerosas teofanías participa del símbolo de la manifestación.

             Estos aspectos: trascendencia y manifestación, la colocan como Iugar de encuentro entre el cielo (trascendencia) y la tierra (manifestación).

De allí que se la relacione también con el eje vertical (tierra-cielo) el símbolo de la escala y el esfuerzo efectuado desde el mundo manifiesto para trascenderlo, representado por la ascensión.

En la primera parte de este trabajo intentare desarrollar algunos aspectos del simbolismo y su relación con otros símbolos (ziggurat, agua, etcétera) y -deducido del lugar de unión del cielo y la tierra- como símbolo de la "coincidentia oppositorum".

En la segunda parte, me abocare a la evolución del símbolo dentro del marco del judaísmo, desde sus comienzos hasta el profeta Isaías.



I. La montaña como símbolo del Centro


Eliade(6) señala 3 conjuntos interrelacionados al referirse al simbolismo del centro 1) En el centro del mundo se encuentra la "montaña sagrada", allí es donde se unen el Cielo y la Tierra. 2)  Todo templo o palacio y por extensión, toda ciudad sagrada y toda residencia real son asimilados a  una "montana sagrada" y promovidos así cada uno de ellos a Ia categoría de "centro". 3) A su vez, el templo o ciudad sagrada, puesto que es el lugar por donde pasa el eje del mundo ("axis mundi"), son considerados como el punto de unión entre el cielo, tierra e infierno.
Algunos ejemplos ilustrarán las agrupaciones dadas  por Eliade:
1) En China, el historiador Pau Ku (siglo I d.C) nos informa que había en la tierra un cerro central y asilado entre cinco montes sagrados, cerca de Hunanfu. Su altura es de casi tres mil metros y su nombre Sung Shan significa "montana del centro", ya que se lo consideraba el punto central del imperio chino(13).
En Célebes, en Malasia, la montaña centro del mundo se llama Sunnalu(13). En la India se encuentra  el Monte Meru, todo de oro, situado  en los Himalayas y es el ombligo del mundo (noción que se repetirá como veremos mas abajo en Israel). El Bahagabata bata Purana  lo especifica con la palabra nábhyam, locativo de nábhi, ombligo. El Meru es a su vez centro de Ia tie­ rra habitada y paraíso celeste. En Laos existe un concepto parecido, la altísima cumbre Zinnalo corresponde al Meru de los In

En Persia, los iranios -primos indoeuropeos de los arios invasores de la India-, tienen como montaña sagrada al Hara­ berezait, que llaman "ombligo de las aguas" y "espinazo de la tierra"; está en medio de la tierra y unida al cielo.
En las creencias mesopotámicas una montaña central reúne el cielo y la tierra, es la “montaña de los países” que une entre sí todos lo territorios.
En Israel, al monte Gerizim, en Palestina, se lo nombra en la Biblia como "ombligo de la tierra" (tabbur eres, Jueces IX, 37: "Mira que de gente desciende de en medio  de la tierra...) La fuente de Jacob cercana a esta montana  no lleva sombra en el momento del solsticio de verano, según una tradición recogida por  Comestor, teólogo francés del siglo XII ("Hay quien  dice que ese Iugar es el ombligo de la tierra").
El monte Thabor, en Palestina, escenario de la transfiguración de Cristo (Marcos 9, 2) podría  significar  tabbur, es decir ombligo. El otro monte de gran significaci6n para el cristianismo es el Gólgota (cráneo, arameo)  que se hallaba en el centro del mundo, pues era la cima del montana cósmica. Al mismo tiempo -según una tradici6n cristiana-, Sem, hijo de Noé, al salir del arca enterró  el cráneo de Adán (quien había sido creado allí) en la colina por ello recibió ese nombre. Cuando Jesus fue crucificado, una gota de sangre alcanzó el cráneo y lo rescató, lavando el pecado original.
El monte Sinaí, Iugar de la teofanía más importante del judaísmo, es llamado el "ombligo del desierto" (Libro de los Jubileos 8, P. 251 apud Roscher, 1913, 26) (13)
Otro acercamiento entre Yahvé y el hombre se produce en el monte Carmelo. En  una gruta el profeta Elías ofrenda  un sacrificio a Yahvé, mientras cuatrocientos cincuenta  sacerdotes de Baal ofrecían, a su vez, un holocausto a su dios. El fuego celeste bajó a consumir  las victimas de Elías, en  tanto que las ofrecidas a Baal quedaron intactas (I-Reyes 18,19-40).Con este milagro se produce la reconciliación de Yahvé con su puelo -luego de tres años de sequía- y una nueva unión entre el Cielo y la Tierra mediante otro agente: la Lluvia. En este caso es el agua, símbolo femenino de la redención, la curación de las heridas producidas por los abrazadores rayos del sol masculinos.
 En sentido inverso, "la tierra de Israel no fue anegada  por el diluvio" reza  un texto rabínico citado por Eliade. Las aguas muestran su  aspecto  destructivo, pero  también  regenerador. Permiten purificar los pecados absorbiéndolos y permitiendo -dada su condición materno-femenina- el nacimiento  de una humanidad nueva, regenerada. (6)
Los lugares elevados en contacto con lo celeste no necesitan la renovación, ya que son puros, de allí la asociaci6n de la montana con la pureza.
Aunque las femeninas aguas provengan de Yahvé, esta diferenciación en la tierra de Israel con respecto al elemento femenino, tiene sutiles implicaciones con el tema que se intentará  desarrollar más abajo: el de la "coincidentia oppositorum". Lo femenino  (oscuro, acuático y terrestre) no puede llegar al contacto con lo masculino  en esta tradición  y su derivada: el Cristianismo -debido a la incitación al pecado original-.
                     Tal vez podría notarse un tratamiento similar en el mito cosmogónico mapuche de Kai Kai y Treng Treng (4). La experiencia del mal esta asimilada con la ascensión de las aguas producidas por un pájaro marino, un espíritu malo que dañaba a la gente.
Treng Treng era un monte. Los mapuches ascendieron junto con sus animales  para salvarse de esta irrupción. Pero Kai Kai insistió haciendo subir las aguas casi hasta la cima, amenazando con destruir a los refugiados. Treng Treng subió aún mas y alcanzó la altura que tiene hoy y se agotó el agua del mar.
En este caso la subida de las aguas femeninas está asociada a la experiencia del mal y no a la de renovación. Pero hay un elemento interesante que se destaca del mito anterior (aunque se conserva  la idea de la montaña sagrada  y centro del mundo): las aguas suben por instigación de un pájaro marino.
En la psicología junguiana, el pájaro es uno de los símbolos  típicos de la contraparte masculina  en la mujer, el animus.
De allí, por ejemplo, que en la Alquimia haya una imagen donde la Soror está intentando cazar  un  pájaro (símbolo  de las ideas espirituales, elemento masculino) a diferencia del alquimista que intenta pescar un pez de las aguas maternas.
Psicológicamente Ia unión de Ia soror con su Animus representa la unión de los opuestos, de allí que el símbolo del matrimonio sagrado o "hierosgamos", que veremos más adelante, este vin­ culado con el símbolo de la montaña.
Pero en este caso el elemento masculino en lo femenino representado por el pájaro muestra su sesgo negativo. Las ideas espirituales devienen críticas y competitivas generando la destrucción: El elemento femenino pierde su cualidad nutriente y contenedora  en una sociedad, provocando la separación y por ende la devastación de esta. Sólo ascendiendo hacia regiones mas puras  se  pueden alcanzar  los verdaderos conceptos  y principios para regularizar una sociedad.
Tal vez se podría comparar con el ascenso de Moisés al Sinaí para  recibir las tablas de la ley, para luego  despejar  con ellas la contaminación recibida en Egipto. (Es interesante notar que la pertenencia a la cultura  entre los judíos está dada  por vía materna). Egipto es luego comparado con Rahab (un monstruo marino  del caos primitivo)  en Is. XXX, 7: "a Egipto, cuyo apoyo es huero y vano. Por eso he llamado a ese pueblo 'Rahab la cesante'". Luego, en LI, 9-10, lo compara  con el mar y su triunfo a la manera de las cosmogonías mesopotámicas sobre las aguas primordiales: "No eres tú el que partió a Rahab, el que atravesó  al Dragón?  ¿No eres tú el que secó la Mar, las aguas del gran Océano, el que trocó las honduras del mar en camino para que pasasen los rescatados?"(a)

(a ) La personificación en Egipto de las aguas destructoras está dada en la figura de Seth; es el mar "en el que el Nilo (Osiris) se disuelve en su desembocadura y desaparece totalmente" dice Plutarco en Isis y Osiris (12). En los combates con el hijo de Osiris, Horus, este es ayudado por su madre Isis para ocupar el vacío dejado por su padre asesinado por Seth. En una de las fases del combate Isis, mediante un ardid, obliga a Seth a condenarse  a si mismo; en el momento de pronunciar el juicio lo hace en forma de pájaro gigante. Este es el motivo inverso en relación al mito cosmogónico mapuche, aquí el  Animus  colabora en frenar las aguas caóticas de Seth. El animus está bien integrado a la figura de Isis, aportándole astucia y prudencia, dando lugar a la integración masculino-femenino en Ia figura de Ia divinidad, o sea Ia “coincidentia oppositorum".
Walter Beltz (1) comenta al respecto: "el sino de tener que perder marido e hijo hace que uno se compenetre fácilmente de sus sentimientos.  Yo debí haberme convertido en hombre aunque fuera mujer". En su doble papel paterno al ser  un padre y una madre para Horus, lleva a Plutarco a identificarla con Ia Tierra y con Ia Luna (en Iside 32 cap.34, él dice que los griegos habrían comparado a Thetis con ella) "Así colocan ellos Ia fuerza de Osiris en Ia Luna y demuestran  que Isis vivía con él como principio del Ser.  Por eso ellos la llaman Selena a la madre del mundo y le atribuyen una naturaleza viril (cap. 43).


Aquí hace alusión al cruce del Mar Rojo, previa al arribo al Sinaí para poder recibir la nueva ley y luego purificarse “matando al monstruo marino" en las arenas del desierto durante los cuarenta años de peregrinación, para luego llegar al monte Sión (LI,11).
En sentido inverso lo encontramos en el sermón de la montaña y el nuevo mandamiento dada por Jesús (Mt pp. 5,1 y ss.), previa inmersión en las aguas bautismales, restableciendo el equilibrio con lo femenino "quemado" por los rígidos preceptos de la religión paterna del desierto.
2) En Mesopotamia, el ziggurat era  propiamente una montana cósmica. Era una imagen  simbólica del Cosmos de siete pisos representando los siete cielos planetarios (Borsippa) o los siete colores del mundo (Ur). La terminología con Ia que se denomina a los templos es clara: "monte casa" Ia "casa del monte de los países".  El de Gudea era denominado "casa de los siete ámbitos del mundo" y Borssipa "casa  de los siete dominadores del cielo y la tierra".
La palabra sumeria para ziggurat es u-nir que Jastrow -cittado por Eliade- interpreta como "visible desde lejos".
Barabudur es a su vez una imagen del Cosmos y esta construido a la manera de una montaña artificial. De la misma forma los reyes indios erigieron colinas artificiales (merucringas: "cumbres del Meru") que representaban la montaña sagrada y eran venerados como templos.
También -al igual que los ziggurats- está representado el simbolismo de ascensión a través del número siete. Esa es la cantidad de esferas elevadas sobre el Meru o su representación en el templo; la más alta corresponde a Brahma, el mundo de infinita sabiduría (13)
Eliade señala que por una extensión de lo sagrado del templo (como monte Centro del mundo) todas las ciudades orientales se convertían en centros, cimas de la montaña Cósmica. Larsa era llamada "la casa de la unión entre el cielo y la tierra" y Babilonia "la  casa  del fundamento del monte luminoso".
Además, Babilonia era una Bab-llani una "puerta de los dioses"(b) pues allí fue donde los dioses descendieron a la tierra.


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          (b)Guenon  (11) señala que esta "puerta de los dioses" está vinculada con el simbolismo de las puertas solsticiales relacionadas con el Zodiaco. El solsticio marca el momento del ascenso de la luz solar luego de llegar a su máxima oscuridad. Este ascenso esta simbolizado en el Zodíaco por Capricornio, la cabra con cola de pez, partiendo de las aguas primordiales y llegando a la cima de Ia montana, uniendo lo más alto con lo más bajo.                                                                   Pero esta forma fabulosa corresponde al dios civilizador Enki (Señor (En) de la Tierra [ki]), quien aporta Ia cultura y es el dios de las aguas dulces, participante de los rituales  de purificación en las llamadas "casas del bau tismo" o "de lavado". En un himno al dios, Enki dice de sí:"soy el que decreta el destino junto con Elill en Ia montaña de la sabiduría" (9). En otro pasje dice: "Enill la 'Gran Montana' ha pronunciado  su nombre excelso en el universo" (9). Enlil encarna el aspecto soberano, el poder político y dios sometedor de los hombres. Enki es el dios de la cultura, el benefactor a través de Ia agricultura, la artesanía y la sabiduría. Juntos forman una coincidentia oppositorum al estilo Mitra-Varona de la India, mostrando el doble aspecto de Ia divinidad, ejemplificada en el símbolo de la montana.


De la misma forma los hombres -siguiendo el simbolismo de la ascensión- podían elevarse a lo alto a través de los siete peldaños planetarios del ziggurat(c).
En Israel se puede apreciar el encadenamiento: Dios-Montaña-Ciudad-Templo en el Salmo 48:

Grande es Yahvé y digno de loores
en Ia ciudad de nuestro Dios, su monte santo
                                                        de gallarda esbeltez, es la alegría  de Ia tierra
                                                        el monte Sión, confín del Norte
                                                        Ia ciudad del gran Rey;
Dios, desde sus palacios,
sea revelado como baluarte
(...) Tu amor, oh Dios, evocamos
en medio de tu Templo;
como tu nombre, oh Dios, tu alabanza
hasta los confines de Ia tierra


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Es Enlil quien envía el diluvio y es Enki quien previene y auxilia a Atrajasis para poder salvar a Ia raza humana. Este doble aspecto es trasladado de la "Gran Montaña", a Ia montana construida por el hombre, el ziggurat que comunicará además con las regiones inferiores en donde están las aguas antes de la creación. Este doble aspecto aún perdurará en nuestros días a a través del simbolismo astrológico: Capricornio va a tener afinidad (por el principio de correspondencia) con la montaña, el poder político (Enlil) y en su aspecto superior con Ia Sabiduría y Ia cultura  (Enlil). El rey mesopotámico también participaba de ambas naturalezas, el poder político y el ordenador de Ia cultura  mediante los ritos.
Volviendo a "!a puerta de los dioses" solsticial, Guenon Ia deriva al descenso del principio superior simbolizado por el Avatara, como asi también a Ia figura de Cristo, dado que la Navidad, el momento de su encarnaci6n es una "fiesta solsticial. Pero Ia puerta, además, permite Ia salida de los hombres elevándose mas allá del tiempo profano al tiempo primordial, es Ia Deva-Yana de la tradición Hindú. Su relaci6n con las prácticas del yoga las veremos más adelante.
(c) Este ascenso mediante este simbolismo aparecerá con posterioridad en las religiones mistéricas. Guenon(11) sugiere, al tratar la relación entre Ia montaña y la caverna, que el primero corresponde al centro del mundo en el estado primordial de la humanidad, en el momento de Ia Satya-Yuga (era de Ia verdad), por lo tanto la montaña era el "Iugar de Ia verdad", accesible a todos.  Luego -siguiendo Ia idea de Ia degradación de la verdad a través de cuatro períodos también encontrados en Hesíodo- en el Kali Yuga, la verdad no está sino al alcance de una minoría selecta y se hizo oculta para Ia mayoría a de los hombres. Se abandona Ia cúspide para refugiarse en el interior, de allí Ia caverna se transforma en el Iugar de iniciación, como en el caso de los misterios de Mitra, la escala se halla en los sietes peldaños –asociados a los planetas- por los que debe pasar el neófito hasta alcanzar el más alto grado de iniciación.




3) En China, la capital del soberano chino perfecto se encuentra en el centro del universo, en Ia montaña sagrada, cerca del árbol milagroso 'bosque alzado" (kien mou);  allí se entrecruzan las tres zonas cósmicas:cielo, tierra y regiones inferiores.
Como Ia capital china, los santuarios de Nippur, Larsa y Sippar eran el punto de encuentro de las tres regiones cósmicas: cielo, tierra e infierno y eran llamadas Dur-An-Ki: "Lazo entre el cielo y la tierra".
Otros nombres de los ziggurat de Babilonia eran "Casa de la base del Cielo y la Tierra", "Lazo entre el Cielo y Ia Tierra".
Pero además era la puerta de Apsu (apsu: aguas primordiales antes de la creación), mostrando la relación con las regiones inferiores.
Guenon (11) sostiene que toda ciudad antigua reproduce el Zodíaco, con las principales puertas solsticiales y equinocciales (coincidentes con los puntos cardinales). La "puerta  de Apsu" es Ia coincidente con el solsticio de verano representado por el Cangrejo (Cáncer, opuesta a la de Capricornio), regido por la Luna, cuya relación con las aguas es bien conocida (d)
Eliade señala la misma tradición en Jerusalem; en Ia Michná se dice que el templo se encuentra sobre las aguas subterráneas. La roca del templo era la "roca del tehom". Tehom es equivalente de apsu; Gunkel citado por el Dr. Scharf (12)   lo relaciona con Rahab es "Ia personificación del tehom del caos".
Entre los romanos, el surco que se trazaba donde había de fundarse un ciudad (mundus) constituía el punto de encuentro entre las regiones terrestres e inferiores. El templo las aunaba sumándole las superiores.
(continúa en la 2º parte)




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(d)Este esquema  planteado  por Guenon coincide con el mito diluviano; según Ia idea del Año Magno, cuando los  siete planetas se congregaban en Cáncer se producía un diluvio. Enki (Capricornio) salvaba al hombre y su cultura. En sentido inverso, cuando los siete se hallaban en Capricornio se producía Ia ekpirosis, la destrucción por el fuego. La asociación de Capricornio con las zonas desérticas en su calidad de tierra (elemento) seca (modalidad) en el sistema astrológico nos puede sugerir el mismo tema del desequilibrio masculino (fuego)-femenino (agua), planteado más arriba. Esta asociación se desprende  además del sacerdote babilonio Beroso, quien llamaba a Enki: Oannes, de allí el griego: Ioannes, latín Johannes, castellano Juan y llegamos a Juan el Bautista, "Ia voz que clama en el desierto" (Luc. 3, 4;Juan 1, 23; Is 40,3-5) similar a Enki en su rito bautismal, preparando la llegada del dios solar Cristo (Capricornio). El Cristianismo tomo este símbolo solsticial con las fiestas de los dos San Juan, el Bautista correspondiente al verano (Cáncer) y el evangelista al invierno (Capricornio). Como sugiere Guenon se trata del simbolismo solar de crecimiento y decrecimiento de lo luminoso y lo oscuro alternado a Ia manera  del Yin-Yang en China, uniendo los opuestos (el desierto y las aguas en El Bautista), reflejada en "él conviene que crezca y yo que disminuya". El tema tiene otras implicaciones.


1 comentario:

Rodolfo Montalvo dijo...

Es muy interesante esta entrada, en particular para mí, pues, desde hace unos días, tengo una idea -no sé si original o no- de lo que debíó representar para los antigüos mexicanos, el haber encontrado, para crear su ciudad Meshico-Tenochtitlan, un lugar como el Valle de México, con sus lagos entre cerros, montañas y volcanes (por cierto que he hecho una correlación entre las dos columnas de la masonería con los volcanes Popocatépletl e Iztaccihuatl, el primero representando a un hombre y el segundo a una mujer), y a su vez, más tarde, lo "necesario" que fué para los conquistadores alterar esa condición "mágica" del lugar, provocando la desecación de los lagos que acá existían -yo vivo en los alrededores de la Ciuada de México- que, en un afán de sometimiento de los "naturales", destruyen sus símbolos; por lo que pienso que esa desecación no fué un "accidente" o "descuido", sino más bien un plan más para consolidar su conquista... le saludo desde México, Rodolfo Montalvo.